ESPIRITUALIDAD DE FRICYDIM

(Extracto del libro Estatuto de la Tercera Orden San Pío de Pietrelcina)

 

[25] Nuestra espiritualidad nace del Inmaculado Corazón de María, en Ella y por Ella intenta empaparse, por todos los poros, de Jesucristo, el Verbo hecho Carne para nuestra Redención. Desde el Corazón de Jesucristo, impregnado de Misericordia, referimos todo al Padre en el Espíritu Santo. Esto es: del Inmaculado Corazón de María, pasando por el Corazón Misericordioso y abierto de Cristo, al seno de la Santísima Trinidad. 

 

[26] Advertimos seriamente a todos los miembros de FRICyDIM que se ciñan estrictamente a la doctrina de Jesucristo propuesta por nuestra Santa Madre Iglesia, absolutamente en todo “para que no seamos niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error” (Ef. 4, 14). Porque en el campo donde debemos trabajar brillan constantemente, y por todas partes, luces que van y vienen. Ellas nada tienen que ver, muchas veces, con la Luz verdadera que vino a este mundo (cf. Jn. 1, 9), Jesucristo Nuestro Señor, sino que se tratan de pobres y débiles luciérnagas. 

 

“Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas” (Heb. 13, 8-9), y “todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no es portador de esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda se hace solidario de sus malas obras” (2 Jn. 9-11). 

 

[28] ... A los miembros de FRICyDIM les exhortamos: “proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4, 2-4). La buena doctrina hace milagros por sí misma; ella brilla constantemente en su esplendor y por el solo hecho de presentarla como es, se convierte en causa de admiración, amor y verdadera conversión, como sucedió con el procónsul que “creyó, impresionado por la doctrina del Señor” (Hech 13, 12). Por tanto, “guardaos, de la levadura de los fariseos y saduceos” (Mt 16, 11). 

Principios generales



Principios particulares