La Santísima Virgen y su inmaculado corazón

[50] La batalla fundamental contra el enemigo de la naturaleza humana comienza al principio con el anuncio de una “Mujer y su linaje” (cf. Gen. 3, 15), en la que ambos aplastarán la cabeza de la serpiente infernal, enemiga de la naturaleza humana. Entre esta Mujer y la serpiente no hay amistad posible, sino ‘perpetua enemistad’. Aparecerá esta lucha nuevamente en el Apocalipsis (cf. Ap. 12, 1 ss.). Ella vence aplastando la cabeza de la serpiente. Pero así como primero concibió en su Corazón al Hijo de Dios antes que en su seno, así también, antes de derrotar con su pie a la serpiente, la derrota con su Corazón. Es allí donde se da la verdadera batalla de la Mujer. Por eso su Corazón es Inmaculado, porque la serpiente no ha tenido parte en él.

 

Y con ese Corazón sin mancha, triunfa sobre los infiernos.

[51] “La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su Corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo ‘envolvió en pañales y le acostó en un pesebre’ (Lc. 2, 7)”.


[53] Al estar vinculados esencialmente al Inmaculado Corazón de María, nuestra Familia profesará siempre entrañable amor a la Madre de Dios, expresado en la vida diaria y en las prácticas religiosas, en la que tendrá su lugar especial el rezo atento, afectuoso y sincero del Santo Rosario diario, el cual no deberá faltar nunca. En él revivimos todos los misterios de la vida de Cristo desde el Corazón de María.

[54] Ese Amor de María es Misericordioso y se compadece de Cristo, con Cristo y con la Iglesia. El Amor es el que triunfa sobre el odio de Satanás. Amor que es fuego, arde e ilumina. Participamos del Amor derramado por el Espíritu Santo: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom. 5, 5). Ese Amor ha sido derramado primero en María, después en nosotros desde su mismo Corazón, como libación de ungüento precioso y de suave fragancia.