Al servicio del triunfo del Inmaculado Corazón

Nuestro carisma es estar al servicio del triunfo del Inmaculado Corazón de María y, consecuentemente de la Divina Misericordia, preparando y disponiendo los corazones para el advenimiento de Cristo.

 

Este triunfo se concretará en el triunfo de la Divina Misericordia en las almas, es decir, en la conversión sincera y profunda y la aceptación del Amor y la Gracia de nuestro Señor Jesucristo, como también en la búsqueda constante de una vida plena en santidad.

 

En efecto, decimos diariamente en el Padrenuestro: Venga a nosotros tu Reino y Ven Señor Jesús en cada Santa Misa. Celebrando la primera venida, que ya se realizó, en la pobreza de Belén; la venida intermedia viviendo en gracia de Dios, recibiendo con la mayor dignidad a Jesús Eucaristía y encarnando a Cristo en nosotros y en nuestros hermanos; y la segunda venida en poder y gloria, no sabiendo el día ni la hora, pero viviendo como si fuera hoy mismo.

 

Esta preparación no es otra cosa que vivir en gracia de Dios tendiendo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas al amor de Dios, y amando al prójimo como Cristo nos ha amado. Supone liberarse de los apegos del mundo, a los graves errores de la superstición, de la frecuencia a curanderos, magos, brujos, sectas. Ayudando a las almas a liberarse de la esclavitud del pecado, del demonio y de la carne. Rezamos por ellos, con ellos y sobre ellos, con la oración de liberación y, si fuera necesario, los sacerdotes con la oración de exorcismo, en caso de verdadera influencia diabólica y con la previa designación del Obispo del lugar y bajo su dirección y obediencia.

 

Además de esta parte de liberación, que es la parte negativa —por decirlo así—, está su parte positiva, esto es, su crecimiento en la gracia y el amor a Dios. Ayudamos a las personas a través de la dirección espiritual, los ejercicios espirituales y retiros, predicación de novenas, conferencias, catequesis, clases de formación, entre otras actividades y rezamos con ellos haciéndolos participar más activamente de la liturgia, en la Santa Misa, en el Oficio de las Horas y en las vigilias.

 

Por ser contemplativos, dedicamos una muy buena parte del tiempo a la oración, al silencio y al trabajo. Pero sin dejar de hacer nuestro apostolado, por cierto, en una proporción menor.