Santísima Trinidad

42] La Trinidad es el Misterio Fontal creativo, redentivo y santificativo. Es el Misterio del cual mana como de su fuente y retorna como a su fin (exitus y reditus). Juan Pablo II, como hemos señalado arriba, nos habla sobre los ‘dos pulmones de la cristiandad’. Queremos hacernos eco de este llamado del Romano Pontífice y no tan sólo vivir del Misterio dogmático de la Trinidad Santa;

 

Encarnarlo verdaderamente en nuestra Espiritualidad, como muy bien lo hace el mundo Oriental. Vivir del Misterio Trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en sí y en Su in-habitación en nuestras almas.

 

Con tal identificación ‘conformadora’ con el misterio de Cristo, los fieles realizan por un título especial aquella confessio Trinitatis que caracteriza toda la vida cristiana, reconociendo con admiración la sublime belleza de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y testimoniando con alegría su amorosa condescendencia hacia cada ser humano. Incluso los consejos evangélicos son, pues, ante todo un don de la Santísima Trinidad.

 

La vida cristiana es anuncio de lo que el Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu, realiza con su amor, su bondad y su belleza.

 

De esta manera, sin duda alguna, el fiel se convierte en una de las huellas concretas que la Trinidad deja en la historia, para que los hombres puedan descubrir el atractivo y la nostalgia de la belleza divina. Pero Dios llama también a los laicos a vivir el espíritu de los Consejos evangélicos. El laico es consagrado a Cristo desde el bautismo, lo que le supone vivir el espíritu de los Consejos evangélicos (cf. LG 42).