REFLEXIÓN PARA LA CUARESMA

Dice la Imitación de Cristo: A nadie teme y evita tanto el diablo como al humilde y al que se desprecia a sí mismo. Y contra nadie tiene tanto poder como contra el soberbio y el que presume de sí.

 

También nos dice el mismo libro: Está verdaderamente convertido y no lleva en vano el nombre y el hábito de religioso aquel que muere por completo al siglo y gusta de vivir solamente para Cristo; aquel que refiere a Dios, en último término, todas sus obras y pensamientos; aquel que en todas sus palabras y obras busca y desea únicamente la honra de Dios y la alabanza de su nombre, no queriendo retener nada para su amor propio y su propia comodidad; aquel que se ofrece y eleva a sí misma con todo el bien que se hace en el cielo y en la tierra, dando inmensas gracias a Dios, Sumo Bien, de quien desciende y dimana todo bien creado.

 

El único y singular deseo de los santos en esta vida fue no tener nada común con este siglo, sino, por el desprecio de las cosas terrenas, tender siempre a la presencia de Cristo y al consorcio de los ángeles. Por esto también San Pablo, amador vehemente de Cristo, despreciaba perfectamente todo lo terreno, y, desfalleciendo por las cosas celestiales, decía: “Deseo morir para estar con Cristo” (Fil., 3, 20); pues muy pocos se hallan tan desprendidos que pongan todo su afecto en las cosas eternas y no ambicionen las riquezas y honores terrenos. Gima, pues, el alma fiel, rodeada de las tinieblas del mundo, hacia la compañía de la patria celestial, elevando sin cesar los ojos de la mente allí donde Cristo está en la gloria del Padre, reinando por los siglos eternos.

 

Que el Inmaculado Corazón de María haga sentir su presencia en el corazón de sus hijos, en esta santa Cuaresma, para ir configurándose cada vez más con Jesucristo. Que les conceda la gracia de tener los mismos sentimientos de Ella, para tener así los mismos sentimientos de Cristo Jesús.

 

    Pbro. Carlos H. Spahn