Novena a San Padre Pío de Pietrelcina


Octavo Día

Oraciones iniciales para todos los días


† En el nombre del Padre, y † del Hijo, y del † Espíritu Santo.

Amén

Acto de Contrición

Jesús mi Señor y mi Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita Misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas, y me has de llevar a la Vida Eterna. Amén.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

 

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebi- do por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Pon- cio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los peca- dos, la resurrección de la carne y la vida eterna.

Amén.

 

A continuación, se pide la gracia que se desea recibir y se continúa con la reflexión y oración del día:

Reflexión y oración


Octavo Día: Amor del Padre Pío a la Iglesia y al Papa

 

Reflexión:

 

Ante el “Fenómeno” Padre Pío, los fieles de todo el mundo llegaban a él en mayores grupos para oír sus Misas y confesarse con él. Sin embargo, desde diferentes sectores de la misma Iglesia surgieron calumnias y falsos informes sobre su vida y actividad, y hasta el mismo Santo Oficio de Roma le prohibió durante un tiempo celebrar en público y confesar. ¿Cómo reacciona el Padre Pío? Con humildad, silencio y oración. Nos cuenta un co-hermano suyo: “Al recibir la noticia de la prohibición de celebrar y confesar en público, el Padre Pío dejó entrever unas lágrimas y un gesto de profundo dolor. Se retiró a la tribuna del coro y a los pies del crucifijo estuvo orando hasta la medianoche”.

 

Luego él mismo dijo: “La Iglesia es una Madre a la que hay que amar y más cuando nos pega”. A un admirador e hijo espiritual que quería llevar una protesta públicamente, dijo: “Si en verdad me amas, no debes continuar lo que estás haciendo por mí. No se puede amar al hijo, mortificando a la Madre Iglesia”.

 

El Padre Pío amaba al Papa como a Cristo en la tierra, y diariamente ofrecía su vida por él. “Mi primer recuerdo de cada día en la oración de la mañana —decía—, es por el Papa”.

 

 

La fundación de los grupos de oración tiene como primera y principal intención orar por la Iglesia y por el Papa. “Yo quiero que mis grupos de oración —decía—, oren siempre según las intenciones del Papa, a quien amo tanto, tanto, como al mismo Jesucristo”. 

 

Oremos:

 

Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza, escucha benignamente las oraciones de tu Iglesia y, por la íntercesión de San Pío de Pietrelcina, concédenos con abundancia cuanto te pedimos con fe. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

Proponemos como penitencia para este día: rezar el Santo Rosario con las letanías a la Santísima Virgen. Sugerimos también el rezo del Credo para confirmar la fe de la Iglesia Católica, nuestra Madre y una oración por las intenciones del Papa.

 

 

Oración final


Señor, concédeme la gracia de imitar a tu siervo San Pío de Pietrelcina en el amor a Jesús crucificado, en el amor a la Sagrada Eucaristía, a la Santísima Virgen y a los pecadores. Cambia mi forma de pensar y de sentir, porque muchas veces no parezco hijo tuyo.

 

Señor, te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores. Quiero unirme, junto al Santo Padre Pío, a tu deseo de salvación universal en esta novena, solidarizándome con mis hermanos y emprendiendo con ellos un camino de sincera conversión.

 

Dame la gracia de cumplir tus mandamientos alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, alojando al forastero, visitando al enfermo y al encarcelado, descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos. Y permíteme disfrutar al final de los tiempos del banquete que tienes preparado. Que pueda, junto con el Padre Pío y todos mis seres queridos glorificarte eternamente en tu gloria. Amén.