Novena a San Padre Pío de Pietrelcina


Tercer Día

Oraciones iniciales para todos los días


† En el nombre del Padre, y † del Hijo, y del † Espíritu Santo.

Amén

Acto de Contrición

Jesús mi Señor y mi Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita Misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas, y me has de llevar a la Vida Eterna. Amén.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

 

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebi- do por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Pon- cio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los peca- dos, la resurrección de la carne y la vida eterna.

Amén.

 

A continuación, se pide la gracia que se desea recibir y se continúa con la reflexión y oración del día:

Reflexión y oración


Tercer Día: Amor del Padre Pío a la Palabra de Dios

 

Reflexión:

 

Uno de los deberes del sacerdote es la predicación de la Palabra de Dios. Los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados para predicar el Evangelio. El sacerdote está acreditado oficialmente por la Iglesia para predicar la palabra como maestro.

 

Por eso el obispo, en la ceremonia de ordenación, le dijo: “Recibe el Espíritu Santo”. Cuando el Padre Pío llegó a San Giovanni Rotondo, el provincial lo encargó de la educación de unos treinta muchachitos que se preparaban a la vida religiosa capuchina. El superior, el Padre Paulino, nos describe así las ocupaciones en las que empleaba sus horas el Padre Pío: “Se dedica a la lectura de libros espirituales, de modo especial a la lectura de la Sagrada Escritura”.

 

Uno de los niños de aquel tiempo, el padre Manuel de San Marco escribió: “La forma de hablar del Padre Pío en las conferencias era tan expresiva y conmovedora, que superaba todo lo imaginable, porque todo cuanto decía le salía de su misma vida, de su propio corazón. ¡Con qué dulzura nos hablaba de Jesús, Camino, Verdad y Vida! ¡Con qué ternura se expresaba cuando citaba textualmente las palabras del Señor!”

 

Todos los que conocieron al Padre Pío y lo oyeron predicar, afirman que lo hacía con ardor y eficacia. 

 

Oremos:

 

Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de tu pueblo, da fuerza a cuantos predican el Evangelio en el mundo y concédeles que así como San Pío de Pietrelcina fue en la tierra un ardiente y humilde predicador de tu palabra, ahora en el cielo sea nuestro poderoso intercesor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

Proponemos como penitencia para este día: privarse de postre y de toda cosa dulce. Aconsejamos también en este día la lectura de la Palabra de Dios por espacio, al menos, de media hora.

Oración final


Señor, concédeme la gracia de imitar a tu siervo San Pío de Pietrelcina en el amor a Jesús crucificado, en el amor a la Sagrada Eucaristía, a la Santísima Virgen y a los pecadores. Cambia mi forma de pensar y de sentir, porque muchas veces no parezco hijo tuyo.

 

Señor, te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores. Quiero unirme, junto al Santo Padre Pío, a tu deseo de salvación universal en esta novena, solidarizándome con mis hermanos y emprendiendo con ellos un camino de sincera conversión.

 

Dame la gracia de cumplir tus mandamientos alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, alojando al forastero, visitando al enfermo y al encarcelado, descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos. Y permíteme disfrutar al final de los tiempos del banquete que tienes preparado. Que pueda, junto con el Padre Pío y todos mis seres queridos glorificarte eternamente en tu gloria. Amén.