Novena a San Benito Abad

 

Nació en Italia, Nurcia. Estudió en Roma y se retiró a una cueva en Subiaco, anteponiendo el amor de Dios a cualquier otra cosa. Se le unieron unos discípulos, pero al cabo de un tiempo, Benito tuvo que mudarse a Monte Casiano. Ahí escribió su Regla y ahí murió en el año 547.  Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacía también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos. Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcita. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito. Su fiesta se celebra el 11 de julio.  

Oraciones iniciales para todos los días

 

San Benito, Padre y Protector nuestro, tú no antepusiste nada ante Cristo, desde que lo hallaste en la oración. Intercede para que también nosotros podamos encontrarlo y así vivamos en el amor del Eterno Padre y en la victoria de la Cruz de su Hijo. Que unamos nuestros sufrimientos a los de Él para la redención de nuestros pecados. Oh San Benito, mi protector bondadoso y de cuantos van a ti en sus apuros. Intercede por mí a Dios para que alivie mis sufrimientos y dificultades que te presento... (aquí se pide la gracia que se desea obtener). Te lo pido a ti, padre San Benito, con toda confianza de obtener esta gracia si ella es para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén. 

 

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración final para todos los días

 

Señor Dios Nuestro, que hiciste al abad San Benito, esclarecido maestro del Divino Servicio, concédeme por su intercesión la gracia que te presento. También te pido, que prefiriéndote a Ti sobre todos los lujos, avancemos por la senda de tus mandamientos con el corazón contrito, y rezando y trabajando con amor como él hizo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

 

Repetir estas oraciones durante nueve días seguidos. Se recomienda vivamente terminar con una buena confesión de todos los pecados y la comunión sacramental.