MEDITANDO EN VOZ ALTA

Viene a mi mente aquella frase dirigida por Jesucristo y un alma muy amada por Él.

 

Dios dice al alma:

“Hijo, une tu entendimiento a mi entendimiento, tu voluntad a mi voluntad, tu corazón a mi corazón en el vínculo suave del amor compartido”.

 

Estas palabras contienen un significado muy profundo como no puede ser de otra manera en labios de Jesús.

 

En cuanto al entendimiento. Con el don de la fe unimos nuestro entendimiento al entendimiento divino porque conocemos como Dios conoce las cosas. Aunque no las entendemos en toda su profundidad, ya que Él es “Manantial inagotable para las almas”. También significa una atención amorosa de nuestro entendimientos a las cosas divina. Vivir en la presencia de Dios, con el pensamiento puesto en Él, de una manera suave y constante. Hay un dicho que dice: lo que más tiempo dedica tu atención es lo que más amas en tu corazón. Una persona que vive apegada al dinero, por ejemplo, piensa constantemente cómo aumentar sus caudales; una persona vanidosa piensa la mayor parte del tiempo cómo arreglarse. Así, una persona enamorada de Dios piensa y piensa en Él, cómo amarlo, cómo servirlo, cómo es Él, qué le agrada, en qué piensa, cómo ve las cosas. Se pregunta a cada instante cómo haría Él las cosas, cómo quisiera que yo la haga. Así de esta manera nuestro entendimiento se une al entendimiento divino y así quiere Él que sea. Nos podemos preguntar: ¿en qué pienso la mayor parte del día? Para saber qué es lo que amamos.

 

En cuanto a la voluntad. Hay un dicho que dice: “Allí donde está tu tesoro está tu corazón”. La santidad consiste justamente en la unión de voluntades con Dios. Más que ir mirando si somos santos o no, busquemos y empleemos todo el tiempo en conformarnos a la Santa Voluntad de Dios, ya que esto es la santidad. No consiste la santidad en la penitencia, en la humildad, en la paciencia, en la perseverancia, etc. Sino en el perfecto cumplimiento de la Volunta de Dios, porque podemos hacer penitencia, podemos ser humildes, pacientes, etc., pero carecer de la intención de hacerlo porque a Dios le agrada. De esta manera el alma se olvida completamente de sí para estar atento sólo a hacer la amorosa Voluntad divina. Ya el alma no se dedica a imaginarse cómo ella quiere ser santa, no vive soñando lo que le gustaría ser, sino que sólo piensa en hacer en el momento presente la Santa Voluntad de Dios.

 

En cuanto al corazón. Si Dios dice solamente une tu entendimiento y voluntad a mi entendimiento y voluntad y no dice une tu corazón a mi corazón se correría el riego siguiente. Cuando decimos corazón entendemos toda la parte sensitiva, sensible del hombre. El hombre no es sólo entendimiento y voluntad sino que también tiene un cuerpo. El riesgo es, por tanto, amarlo sin el cuerpo. Él pide todo el ser. Alma y Cuerpo. Adhesión a su amor con un amor espiritual y sensible incluso, sin caer en la devoción puramente sensible que sería el otro extremo. Es decir guiarse sólo por lo que siento y me gusta. Pero cuanto está la unión de entendimiento, voluntad y corazón el ama queda totalmente inundada en Dios. Puede incluso derramar lágrimas de amor y de dolor. Hasta cansarse físicamente por Él. Por eso el alma debe rezar con la mente, la voluntad, pero también con el corazón. Por eso el primer mandamiento de la Ley de Dios dice: “Amarás a tu Dios con toda tu mente, con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo como así mismo.”

 

En el vínculo suave del amor compartido. Le llama el Señor, “vínculo suave”. Es la suavidad que proviene del amor de Dios. Suave con la delicadeza más grande que se pueda imaginar, superando la suavidad y ternura de todas las madres del mundo. Es la suavidad con que Dios se comunica y guía a las almas; es la suavidad de los Dones del Espíritu Santo; la suavidad de la Cruz de Cristo; la suavidad de su Cuerpo y Sangre; la suavidad del cielo prometido. Es vínculo porque es verdadera transmisión divina. Es vínculo sellado porque nada puede apartarnos de Él. Es vínculo eterno porque no cesará jamás.

 

Este suave vínculo del amor compartido se da de manera particular en recepción de la sagrada Eucaristía. Ahí se sella más ese vínculo.

 

Por todo esto Él nos dice: “Hijo, une tu entendimiento a mi entendimiento, tu voluntad a mi voluntad, tu corazón a mi corazón en el vínculo suave del amor compartido”.

 

¡Ave María Purísima!

 P. Carlos H. Spahn