PENITENCIA EN REPARACIÓN Y CONVERSIÓN DE LOS PECADORES

El mensaje que les irá desgranando la Señora es un mensaje de penitencia por los pecados que cada día se cometen, el rezo del Santo Rosario por esta misma intención y la consagración del mundo a su Inmaculado Corazón. En cada aparición, la dulce Señora insiste en el rezo diario del Rosario, y les enseña una oración para que la repitan muchas veces, ofreciendo sus obras y en especial pequeñas mortificaciones y sacrificios: ¡Oh Jesús!..., es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de las ofensas hechas al Inmaculado Corazón de María.

 

Juan Pablo II dijo: "Desde su santuario de Fátima, María renueva todavía hoy su materna y apremiante petición: la conversión a la Verdad y a la Gracia; la vida de los sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía, y la devoción a su Corazón Inmaculado, acompañado por el espíritu de penitencia ... La llamada a la penitencia es una llamada maternal; y, a la vez, es enérgica y hecha con decisión" (Angelus, 26-VII-1987).

 

San Josemaría Escrivá de Balaguer enseñaba: "La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío. Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias -los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo- así lo requieran. La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales. El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea Él quien añada los rasgos y colores que más le plazcan!" (Amigos de Dios, 138).

 

En efecto, la Virgen dijo, en su primera aparición en Fátima a los Pastorcitos según el relato de sor Lucía en sus Memorias: "–¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores? –Sí, queremos. –Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá".

 

Pero también podemos, sin contraponer, añadir penitencias voluntarias, además de aceptar con amor todo lo que debemos hacer diariamente y lo que el Señor nos envíe. Así lo enseñó el ángel en su segunda aparición a los pastorcitos de Fátima según lo narra Sor Lucía en sus Memorias: "–¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo! –¿Cómo hemos de sacrificarnos? –pregunté. –De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su Guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe".

 

Tenemos como ejemplo a los mismos niños pastores. El ayuno es muy agradable a Dios y recomendado siempre y puesto como precepto en algunos momentos del año por la Iglesia.

 

Pbro. Carlos H. Spahn