EL REZO DEL SANTO ROSARIO, CORDÓN UMBILICAL

Creemos firmemente que hay un modo maravilloso para que el Inmaculado Corazón pueda obrar en el corazón de los hombres como obró en la gruta de Belén. No lo podría hacer Ella si las personas no se consagraran a su Inmaculado Corazón. Ese es el presupuesto inicial, el fundamento y la base para el obrar de esta maravillosa Madre de Dios.

 

En segundo lugar, necesitamos conectar nuestro ser al ser de María. Y como ella es Madre de Dios y también Madre nuestra, debemos establecer con ella un lazo de unión, un lazo vital. Ese lazo vital de unión perfecta se dará a través del cordón umbilical. Es por él que una Madre se une y alimenta a su creatura. Ese cordón umbilical es el Santo Rosario. Por cada una de las cuentas llegan a nosotros abundantes gracias y las manos maternales, movidas por el Inmaculado Corazón, irán disponiendo nuestra morada interior, nuestra alma, nuestro corazón al nacimiento de Cristo que se dará a través de su infinita Misericordia cuando el hombre lo reconozca como salvador, redentor y lo deje entrar a través del Sacramento de la Penitencia y la Sagrada Eucaristía. María lleva al verdadero dolor de los pecados, a la contrición perfecta y al encuentro con Cristo Eucaristía.

 

El Rosario es la oración bíblica por excelencia. El Avemaría no sólo está en la Biblia, no sólo es de inspiración bíblica, sino que fue pronunciado por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El ángel Gabriel, nos dice San Lucas en el Evangelio, fue enviado por Dios. Fue de parte de Dios Padre a decir las palabras que Dios Padre le encomendó decir: "Dios te salve María, llena eres de gracia el Señor está contigo" (Lc. 1, 28). Es Dios Padre quién está llenando de elogios a la Madre de su Hijo. Es Él quien la saluda y recita el Avemaría. Y el Avemaría es continuado por el Espíritu Santo. En efecto, dice la Escritura: "Isabel, movida por el Espíritu Santo, exclamó fuertemente: 'bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre". Observemos que la mueve el Espíritu Santo. Es Él el que continúa el Avemaría y completa la primera parte de esta hermosa y bíblica oración. Tan bíblica es que se podría decir hasta aquí, cada vez que se recita esta oración en su primera parte: "es Palabra de Dios". Es una fórmula dicha y enseñada por el Padre y el Espíritu Santo. No sólo enseñada sino dicha y dirigida a María por Dios mismo. Y la segunda parte del Avemaría consiste en decirle Madre, como le ha dicho el Verbo encarnado durante toda su vida en la tierra; Madre de Dios. Y le decimos que ruegue ahora y en la hora de la muerte. Si entre nosotros nos pedimos oraciones ¿por qué no pedírselas a Ella que intercede y obtiene el milagro de las Bodas de Caná por su acción y mediación? El Rosario está compuesto también por el Padrenuestro, oración bíblica y enseñada por el mismo Cristo como modelo de oración. Y nos pide recitarlo y nos enseña a repetirlo. Repetir no es trivial. Repetir es lo que hacía Cristo al recitar los Salmos, y lo hace la Escritura al enseñarnos a rezar los Salmos. Son oraciones escritas que se repiten. Pero no es una simple repetición sino una acción nueva cada vez. Es nueva si la hacemos con amor y con consciencia. Y finalmente, el Rosario está compuesto por la meditación de los misterios de la vida de Cristo y de María, todo ello bíblico. Y hasta el gloria es bíblico, ya que en la Biblia se nos enseña a glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como Cristo lo hacía en muchas oportunidades: "Yo te glorifico Padre, Señor del cielo y de la tierra..." (Mt. 11, 25).

 

No nos sorprendamos de que sea Dios quien recite el Avemaría, que honre a María. La honrará luego el Verbo encarnado durante 33 años sobre la tierra, porque Cristo fue el primero que cumplió el mandamiento de honrar al padre y a la madre.

 

Pbro. Carlos H. Spahn